poemas
Zoelia Frómeta
Despedida o sueño de la sibila
La barca nos conduce o nos induce por un sueño, que tal vez
sea una irrealidad. El miró aquella noche con cierta evocación
frente a lo extraño, a lo no comprendido. Recordé.
Estoy en un sueño que no me pertenece, aquí voy
en esta barca junto al cuerpo de este hombre “el que carece de un ojo”
Las Valquirias le rondan con pausa, se lamentan, sollozo débil
frente al cuerpo del sabio, 7 veces resucitado.
En esta barca sin rumbo, tal la vida muchas veces, de los hombres
que en su nacer presagian, los silencios más largos, y su destino: más allá
de una batalla, un paso sin tierra firme como augura la profecía, todo es todo.
“Antes que la noche se torne día, la vela que en el centro de la mesa
sin comensales, descansa, un rey encenderá para la gloria
y sentencia del gran Dios, condenado a perecer en manos mortales”
Pienso los tomates rojos: escurriendo por la comisura de su boca
junto al trozo de carne casi cruda en la mano diestra de tantas batallas.
Hace unas horas o tal vez segundos o siglos. En alguna parte
el sonar de un badajo y las notas de Mahler, en sigilo
sostienen el paso que, aún no contempla la faz del camino.
El universo gira en los ojos de la sibila, su cuerpo negro se pierde
en las telaraña de una noche sin testigos para la historia.
El eco trae el murmurante aullar de los lobos
y los hombres que no dejan de lamentarse.
La barca sigzea en la perplejidad de la muerte, no
La barca sigzea en la perplejidad de la muerte, no he dejado
de pensar en ti, en tu boca sosteniendo mi labio a punto de naufragar
pero el mutis de un gesto
pone fin y dejo, el rumor del agua al rozar la madera en el fondo de la barca
me hable de los días por venir, sin el cuerpo del guerrero.
Del aroma de mis carnes agitadas por la geometría femenina
que oculta el vino de mi sexo.
Simulo no recordar. Le miro con inocencia, sin preguntas.
En unas horas, también, me hundiere junto a su silencio.
Nada es y en todo, su sombra vuelve a nombrar la prisa
del estar y el paso que no, se hace un intento
para el que sabe que detrás de las mamparas, alguien atisba.
Descubro el temor a ser observada, que el mirar en el otro
causa letanía en mis pasos, su certeza para renombrar
lo dicho y parece se oculta, porque no desea ser visto.
Contemplaciones. Simulo y en esta parsimonia
del susurro que me observa, junto a la sombra del guerrero
procuro sin conductas o glosas aprendidas: habitarme del instante.
Nota: sigzea del verbo zigzaguear y sig sag la invento porque zigzaguear me parece demasiado largo resta fuerza al verso.
Cuando morder una manzana no es un acto común
Muerdo la manzana y miro el ángulo que forma tu boca
que sonríe, mientras los pasos de la noche, afuera
son los de alguien que camina un destino que desconozco.
Tampoco sé el mío y no estoy inquieta.
Si hay hilanderas que tejen o destejen los caminos.
Hace tiempo no somos los Reyes Magos, asusta el viaje.
La incertidumbre de hacer el amor y partir.
Muerdo la manzana.
Crujen en mis dientes años de exilio
y un poco de nostalgia que aderezo con mi te de rosas y cardamomo.
Nos hemos acostumbrado, tú y yo a comernos
los días, las prisas y el filo de luz cuando entra por esta ventana
y desnuda mi cuerpo. Disfruto estás colchas viejas y mansas.
Entonces supongo que en alguna parte de mí
crece un campo de violeta o girasoles
junto el arroz con pollo de mi madre, a punto de cumplir 82 años.
Es bueno, saber que la matemática del Universo es perfecta.
Que hay un orden en que estemos aquí, uno frente al otro
comiendo manzanas, los labios escurridos de palabras, todavía, no dichas.
¿Será por el cansancio o el pavor del gozo de comer manzanas?
En este sitio, oscureció. L a noche diestra observadora.
Sombras nos conducirán al sueño.
¿Qué hay en mí, de esas sombras que, de vez en vez, me miran
y se tornan silenciosas visitantes?
Supongo que es bueno o casi bueno o muy bueno, saber
no a ciencia cierta, que en algún sitio, que no voy a nombrar
comer manzanas
ser la noche
escuchar a Dylan
y escribir un largo poema, se asemeja a lo perfecto del día.
Puede que sea cierto y yo misma lo tracé en las coordenadas de mi historia.
Una historia, es trazado que puedo deshacer y comenzar de nuevo
en esta habitación donde juego a ser ilusión de una silueta
en el muro blanquecino de la pared.
Sombra chinesca de una mujer de 58 años que come manzanas
y cree que en ella hay más
Secretos que historias.
Más playas que arenas.
Un día, piensa la sombra chinesca y las almenas dejaran de ser fortaleza.
Algún día, dejará de comer manzanas, de mirarse en la ceguera
del miedo, apostado a la diestra de su mano.
No habrá trazados, ni historias, ni destinos, ni asustados temores.
Solo la sombra de una mujer que juega a la felicidad
en una blanquecina pared.
Santana, la noche, los cuervos y yo
La guitarra de Santana gime, casi feroz, las notas rompen
el epilogo del silencio que a esta hora habita en todas las cosas.
Y es que todas las cosas son silencio en reposo
que se va quedando, sin ser visto, sin ser tocado, tan siquiera por el párpado.
Uno sabe, que cuando las cosas nos nombran para ser parte
del todo, el reposo es la única razón del gesto o la palabra.
Esa noche, lo supo. La libertad es historia bien contada.
¿Somos libres en ese todo que nos observa
desde su tranquila infinita omnipotencia? Pregunte.
La guitarra volvió a gemir. Afuera los transeúntes, desvelados,
no dejaban de parlotear. El ruido de los coches y algún perro que ladra
recuerda que ir en busca de un sueño no es ir en busca de la esperanza.
La esperanza no es un sueño. No es una profecía.
¿Entonces que es la esperanza, pregunté?
Las respuestas estaban en mí. Y yo era observada por una interrogante.
Pensé en Ulises. En los hombres que van detrás del canto de las sirenas
y en sus manos, todo el mar es entelequia que no cesa.
Plegaria que duele y perturba. Otra vez, los significados.
La hojarasca rueda
y el solo de Santana rebota como rayo en medio de la madrugada
se rompe, estalla. Las astillas atrapan mis pies.
Miro del otro lado del velo. Veo mi vestido rojo y la ola inmensa
que viene. También la lejanía es estación, tal vez puerto
donde he visto mi cara y mis ojos que no eran los mismos.
Reposo y escucho el corazón: sus agitados compases.
¿Si yo fuera la noche? Atisbos. Olvido que fui la hija obediente.
La amante callada. Definitiva escucho.
Los cuervos, los oigo, ahora, ellos pueden ver lo que hay detrás del horizonte.
El espejo se bifurca. Danzaré para la música que hay en mí y en ti.
Interrogo. En mi pecho crece un girasol y la felicidad invita
a la algarabía del cuerpo que gira y danza, gira y se dobla
en su incandescencia infinita. Ah, los solos del sol.
¿Y los cuervos?
En mí los escucho; el cuerpo desnudo oscila como péndulo
que agitan las alas de la brisa. Ah, pero los cuervos.
Los nobles pájaros me miran celosos de la gracia de la vida.
No podrás tocarme, no sé quién eres. Te prohíbo que digas mi nombre.
Te prohíbo toda cercanía. Dijo ella, la joven de ojos saltones.
Que sería, después, aquella famosa vidente: Madame Sosostris
que predijo la muerte del anciano Maestro.
El solo ha cesado, en alguna parte, quedan las notas, los aplausos.
La cara constreñida de Santana. La ciudad que no duerme. Vigila.
Desde otro sueño donde nunca hemos despertado.
Me acerco a la ventana y miro la ciudad, puedo verla tal cual es.
Lo que esconde y lo que aún ella no sabe o nunca sabrá de sí misma.
¡Soy esta ciudad! digo en voz alta, para ahuyentar los cuervos.
También el solo de Santana, su guitarra gimiente, su cara contrita.
Sus manos, las voces que gritan y la noche que cae
cada minuto más hondo, más profusa y selva.
Cayendo en el delirio de saber que es una ciudad
que, tal vez, sueña que ha sido una mujer
que junto a la luz de una ventana, con el torso desnudo
casi en su infinito: el más sutil y ermitaño, escribe un poema.
……………………………;
ZOELIA FROMETA MACHADO 1960, BAYAMO, CUBA): Poeta, narradora, terapeuta, gestora cultural , conferenciante y docente universitaria. Bibliotecóloga, Licenciada en Literatura y Español, Maestra en Enfoque Psicoterapéuticos Cognitivo-Humanista, Periodismo. Miembro de la Sociedad Internacional de Escritores (SIE) . Coordinara talleres de literatura y desarrollo personal.
Galardonada con los Premios
Premio poesía: Premio “Santiago de Literatura”. Santiago de Cuba, 1993
Premio poesía: Concurso Nacional “Primero Sueño” Homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz” de la Revista “Vivarium“. Ciudad de la Habana, núm. XIII, diciembre, 1995
Premio “Al Sur está la poesía”. Granma, Cuba, 1997
Premio poesía: Concurso “Fidelia”, Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Bayamo, Cuba, 1996
Premio poesía: Certamen “Ciudad”. Bayamo, Cuba, 1997
Mención: Concurso Nacional de poesía “Manuel Navarro Luna. Cuba, 1987
Mención: Concurso Nacional de Poesía “Adelaida del Mármol. Holguín, Cuba, 1989
Mención Honrosa: Concurso Internacional de Poesía “Safo” de la revista homónima. Chile, 1996
Segundo accésit: Concurso de la Revista “Palabras Diversas”. España, 2007
Finalista del Concurso de la Editorial “Poesía eres tú”. España, Madrid, 2009
Libros publicados: Pasos de ciego (poesía), Cuba, Bayamo, Ediciones Bayamo, 1995
Ave de tránsito (poesía), Cuba, Ciudad de la Habana, Ediciones UNIÓN, 1997
Pasión de los delfines (poesía), Cuba, Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 1999
El fervor de las bestias (poesía), EU, Virginia, SIE, Editorial Obsidiana Press, 2007
Auto de fe o Libro del hereje (poesía), España, Editorial Poesía eres tú, 2009
Otras publicaciones en antologías y revistas: Chile, Argentina, Venezuela, Brasil, España, Colombia, Estados Unidos, Cuba, Perú, México, Francia, etc.
started 1 MAY 2010 email : info@ila-magazine.com
design: gitta pardoel logo: modhir ahmed © ila-magazine